Cualquier pescador habrá pasado por la experiencia de intentar deshacer un enredo en el sedal tirando de uno de sus extremos provocando que el nudo se apriete más y haciendo mucho más difícil su objetivo. Mientras ignoremos como se ha formado el nudo o el enredo será muy difícil saber de qué hilo tirar para deshacerlo.
Lo mismo nos ocurre con los conflictos cuando tratamos de resolverlos proponiendo soluciones con buena intención, pero sin saber cuáles son las verdaderas causas y la forma en que se ha generado el conflicto. ¿Cuántas veces, como observadores, hemos visto que detrás de una discusión aparentemente económica lo que hay verdaderamente son otras consideraciones relacionadas con la dignidad o los sentimientos de superioridad o inferioridad de una de las partes? Creemos muchas veces que los problemas son de naturaleza objetiva- económica cuando lo que genera las diferencias o el conflicto son problemas de trato personal, de desconfianza o de temores más o menos conscientes.
Decía Aristóteles, con su sencilla sabiduría, que no se puede deshacer un nudo sin saber cómo se ha hecho. Y por ello llevando esta sabia pauta al terreno de nuestros conflictos, debemos tener siempre presente la importancia de profundizar en el conocimiento de las verdaderas causas, motivaciones y contextos que desencadenan y determinan la evolución de los conflictos antes de tratar de intervenir en ellos tirando del hilo equivocado. Detrás de lo aparente, a menudo hay cuestiones que desconocemos y que son determinantes para gestionar el conflicto. Y en nuestra actual sociedad en la que el dinero se ha convertido en representación de múltiples cosas como el éxito, la medida del logro, el prestigio social, la concreción de castigos y recompensas etc.., las discusiones nominadas en dinero esconden, muy a menudo, otras variables e intereses, a veces poco explicitas incluso para las partes afectadas por un conflicto.
Entender bien un conflicto puede ser una tarea muy compleja, pero los siguientes consejos nos podrán resultar muy útiles en la mayoría de los casos:
En resumen: vigilemos siempre el estado emocional de la otra parte para asegurarnos de que las propuestas que verdaderamente son valiosas para avanzar o cerrar un acuerdo las trasladamos en momentos de actitud receptiva para evitar respuestas negativas automatizadas que harán difícil un posterior cambio de opinión.
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