¿Pagas dos veces por tus errores?

A mí, como a la mayoría, mis errores me hipotecan.

Hace un tiempo hice una reforma en mi casa y como parte de ella, después de pensarlo mucho, decidimos arreglar una vieja chimenea que hasta entonces estaba abandonada y tapada por un sofá.  Hicimos una buena inversión para enlucirla, enmarcarla y dejarla vista, no tanto para encenderla sino como decoración.

Solo unos días después de concluir la obra, al recolocar de nuevo los muebles en el salón, nos dimos cuenta de que la colocación más atractiva para los sofás exigía poner uno de los sofás tapando la chimenea recién remozada. Cualquier otra distribución era manifiestamente menos atractiva y menos acogedora.

Hoy, años después y voluntariamente, seguimos pagando nuestro error más allá de lo que invertimos en reformar estúpidamente una chimenea que no tiene ningún sentido. Nuestro castigo todavía no nos permite poner un sofá delante de la chimenea como haría cualquiera que no se hubiera gastado más de 1000 euros en arreglar la chimenea. El precio de “no soportar la aceptación de nuestro error” nos está saliendo doblemente caro.

Yo estoy ya cerca de “levantarme el castigo” y dejar de pagar más por el error cometido, pues me doy cuenta de que por más que tenga la chimenea a la vista nadie me va a devolver los 1000 euros que invertí. Y mi mujer está también casi convencida de ello. Pero todavía, cada vez que entro en el salón, veo un salón más feo y menos acogedor de lo que estaría sin haber hecho esa inversión y con los sofás colocados en su sitio natural.

¿Quién no ha caído en fenómenos similares sintiéndose “obligado”  a ponerse un feísimo y caro traje que se ha comprado por error o unos zapatos que le hacen daño?

¿Y cuantas veces muchos esquiadores no son capaces de no subir a esquiar para no “desperdiciar” el abono que ya pagaron aun cuando el día es espantoso y esquiar es equivalente a sufrir? El dinero está ya perdido pero ellos mismos se imponen el castigo o precio adicional auto engañándose al disfrazar su sufrimiento de un falso “aprovechar” el abono.

La rabia que nos da habernos equivocado nos suele salir muy cara si no somos conscientes del esfuerzo que requiere liberarnos de las hipotecas psicológicas que nos crean nuestros errores. Y liberarnos quiere decir salir del auto engaño y la auto justificación y poner el sofá donde de verdad nos gusta, regalar los zapatos que nos aprietan y quedarnos calentitos en la cama en lugar de subir a esquiar.

¿Quién no ha caído en fenómenos similares sintiéndose “obligado”  a ponerse un feísimo y caro traje que se ha comprado por error o unos zapatos que le hacen daño?

Alfredo Sanfeliz

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